Suite en blanc y Charles Jude

Lifar es uno de los promotores y defensores del Neoclasicismo en la danza, y Suite en blanc, una de sus obras maestras. Es un ejemplo en el que muestra todas las posibilidades, sutilezas y destrezas de la técnica. Se despoja del vestuario y de la escenografía, ya que sólo debe destacarse la danza. Estrenada en 1943 por la Ópera de París, desprende al ballet de la historia a pesar de ser un gran contador de las mismas, aunque en determinados momentos crea “atmósferas” en las cuales busca reflejar las personalidades de sus bailarines.

El ballet comienza con el aire oriental de la variación de la Sieste, en la cual sus bailarinas abanican con sus brazos y bailan al estilo romántico. Luego continúa un Paso a tres que es una variación de técnica pura y dura que según Lifar, debe marcar el nivel de toda la danza de ahí en adelante. Variación en la que aparece toda la Escuela francesa, con su típico estilo de movimiento muy aristocrático y continuo, y donde se realizan casi que todas las posiciones del ballet clásico tradicional. Incorpora un sólo movimiento que rompe la tradicional técnica francesa, el último arabesque que se hace fuera de eje. Después en Serenade la bailarina principal danza mientras que el cuerpo de baile le ofrece una serenata, y a continuación en el Paso a cinco sólo hay técnica y virtuosismo. Lo sigue tal vez una de sus danzas más famosas, Cigarette. Idea que se dice que surge de una bailarina que entra al ensayo fumando y realiza un movimiento de tirar la ceniza. A Lifar esto le agrada y lo incorpora, aunque en la partitura original se encuentra el Vals de la Cigarette. Luego sigue la Mazurca, que es la única variación bailada para hombre en la que muestra su virtuosismo y el Adagio para dos, que es una variación en la que no se busca nada espectacular, sino que todo sea elegante y vaporoso. La misma bailarina continúa con la variación La flauta, en la que Lifar incorpora la idea que Ida Rubinstein le propone a Ravel de componer un bolero en el que ella baile en el centro rodeada de bailarines. Una danza de gran sensualidad ya que la bailarina se va desvistiendo a medida que avanza la música. Lifar quiere que el ballet termine con fuegos artificiales por lo que, simulándolos, los bailarines atraviesan el escenario con una música espectacular.

Para montar esta obra que por primera vez se baila en el BNS llega Charles Jude. Nace en 1953 en Vietnam del Sur, hijo de padre francés y madre vietnamita, estudia con Kalioujny y Serge Peretti en el Conservatorio de Niza. Luego ingresa a la Ópera de Paris en 1972, y pronto en 1977 ya se convirte en étoile, siendo por décadas una de sus grandes figuras. Reconoce a su ex director Nureyev como un gran maestro, “el me enseñó todo, especialmente la disciplina. Podías hacer lo que se te diera la gana con tu vida, pero al otro día a la mañana debías de estar en la clase. Sólo importaba la danza y el respeto al arte” señala.

Baila en los grandes teatros del mundo como el Royal Ballet, el Ballet de la Ópera de Viena, La Scala de Milan y el Royal Danish Ballet, y es parte del grupo Nureyev y amigos, con el cual recorre el mundo.

Pero también es un personaje clave para la conexión con la historia, ya que trabaja directamente junto a leyendas de la danza como Léonide Massine y Serge Lifar. En 1996 es designado director de la Ópera de Burdeos donde permanece por dos décadas. Hoy es coreógrafo y maestro independiente, además de responsable de los derechos de los ballets de Lifar. Cree que un consejo importante para nuevas generaciones es “respetar el arte y no hacer trampas”. Y citando a Nureyev agrega: “hay muy buenos coreógrafos y muy malos coreógrafos, pero tú siempre debes de aprender. Ya después depende de ti que reconozcas la diferencia entre el bueno y el malo’”. Toda una leyenda viviente de la danza.

Como su asistente lo acompaña Stéphanie Roublot, bailarina principal de la Opera de Burdeos.

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