Aplauden y gritan bravo. Aplauden y gritan brava. Aplauden y gritan guapa. Hace un tiempo estuvo en el diario. Costó contactarla: Flor la llamó en la mañana, en la tarde, un rato después y le dejó un mensaje. Nada.
Aplauden y gritan bravo. Aplauden y gritan brava. Aplauden y gritan guapa.
Hace un tiempo estuvo en el diario. Costó contactarla: Flor la llamó en la mañana, en la tarde, un rato después y le dejó un mensaje. Nada. Era raro, a mí me había contestado a las horas. “Quizás está ensayando”, pensamos.
Carmen acaba de ser asesinada por un loco enamorado, que llora al lado de su cuerpo rojo. Porque, si se me permite discrepar, Carmen no es sexo, Carmen es amor. Aplauden y gritan bravo. Aplauden y gritan brava. Aplauden y gritan guapa.
Dos días después llegó la respuesta. Pedía disculpas por demorar en contestar, dijo que sí, que encantada iba al diario, y explicaba que había estado “como loca” porque había ido a Dolores.
Unas semanas antes, aunque creo que no hace falta recordarlo, la ciudad había llorado por el viento, tan fuerte e inesperado que había arrasado con todo lo que se pusiera en su camino, violento y sin piedad. Tan fuerte e inesperado como que ella y algunos bailarines más y un fotógrafo se fueron a bailar con Dolores, para abrazar a Dolores, para que Dolores estuviera un poquito mejor, para que Dolores dejara de llorar. Y bailar ayuda, siempre. Y que María Noel Riccetto deje todo y te diga “vení, bailá conmigo”, y te dé la mano y que su mano te sostenga mientras levantas una pierna para intentar estar más lejos del suelo que duele, ayuda. El arte ayuda y ellos, los bailarines del Sodre, ayudan, literalmente, siempre.
Ella tenía que ir al diario a las cinco de la tarde y yo me iba a las cuatro. Está claro que si no hubiese tenido clase, me hubiese quedado una hora más. Mientras estaba en faculta me llegó una foto y un mensaje: “Sole, esta amiga tuya es un ángel”. No, Flor, no es un ángel y tampoco es mi amiga, pero está claro que la admiro y hasta la quiero; pero no, Flor, no es un ángel, puede ser tan mala y despiadada como quiera.
Hoy, ahora, mientras escribo, es martes y son las 23:10. Es bastante predecible que la línea que viene a continuación cuenta lo obvio: acabo de salir de ver Carmen, la nueva producción del Ballet Nacional del Sodre y Carmen acaba de convertirse, sin dudas, en uno de mis ballets preferidos.
No Flor, María Noel Riccetto no es un ángel porque María Noel Riccetto fue, por dos horas, Carmen y Carmen está lejos, muy lejos de ser un ángel. Carmen es una gitana insensible, pasional y hasta malvada; con Carmen la María dulce y frágil (en apariencia, claro), la María que me recibió y me hizo llorar, la María que sostuvo manos porque sí, o para poner curitas, la María que encantó, Flor, esa María, desaparece. Y Carmen seduce y lastima y baila y tiene sexo (no seamos literales) y enamora y hiere y desafía, pero Carmen no llora, nunca llora.
Aplauden y gritan bravo. Aplauden y gritan brava. Aplauden y gritan guapa porque María Noel Riccetto está dejando a un lado de a poco, de a poquito, a Carmen. Carmen murió y recién ahora María llora y los aplausos y los gritos suenan y suenan y suenan y creo que si el señor de al lado pudiera cantar “Olé, olé, olé, Riccetto, Riccetto”, lo haría. Yo también lo haría y las señoras con los dientes pintados de atrás también, y mi hermana y todos lo haríamos.
Antes de terminar estas líneas – me tengo que ir a dormir – tengo que decir una obviedad que tendría que haber dicho en el primer párrafo: el Ballet del Sodre es excelente y maravilloso. Arriba del escenario todo funciona a la perfección, no hay errores, te juro que no hay errores.
Sí, te lo juro, es fascinante.
Es la primera vez que veo Carmen y, como tengo sueño y no me sale una forma más poética de decir esto, la primera vez de todo siempre es determinante y a mí haber conocido a Carmen, a esta Carmen, me determinó. Y me determinó porque el torero de Ciro Mansilla es capaz de enamorar a cualquiera y porque el Don José de Sergio Muzzio podría conmover a una pared y porque Carmen…
Carmen tendrá siempre su voz, su pelo, sus brazos, sus piernas, sus manos , sus ojos y su cara. Porque su voz gritaba “soy libre” y sus ojos brillaban pero no lloraban; y, claro, cuando los ojos de Carmen se cerraron y los de María volvieron a su esencia habitual, decidí que esa que se acababa de ir, que tu Carmen, María, va a ser mi Carmen, siempre.
Soledad Gago.
PD: Pido disculpas por escribir así, con tan poco pudor, pero de otra forma, no me sale.
https://postdatasoledad.wordpress.com/2016/08/17/y-carmen-tendra-tu-cara/