Aharonián, uruguayo, es el único representante latino de un rol peculiar. Trabajó con Nureyev, vive en Chile y volvió por Carmen

Aharonián, uruguayo, es el único representante latino de un rol peculiar. Trabajó con Nureyev, vive en Chile y volvió por Carmen
En la década de 1940, una revolución silenciosa comenzó en el mundo del ballet. Ya se habían atisbado intentos anteriores de registrar coreografías pero la complejidad del movimiento humano, en el espacio del escenario y en el tiempo de la música, hicieron que los proyectos culminaran siempre en fracaso. Fueron necesarios una bailarina y un matemático para que el lenguaje de la danza llegara finalmente al papel.
Creación de Joan y Rudolf Benesh, el método de notación Benesh se armó de pequeños puntos, líneas y figuras para expresar sobre un pentagrama la progresión de pasos de los bailarines, desde los elongamientos más simples hasta las piruetas más elaboradas. Esto no solo permitía conservar en la memoria más tangible cada paso de nuevas coreografías y proteger a los creadores de plagios, sino también asegurar la reproducción pura, liberada de los errores que la práctica pudiese imprimirle a una obra.
Con los años y la institucionalización, el método, también llamado "coreología", comenzó a ganarse espacio en las grandes compañías del mundo y en los flancos de coreógrafos fundamentales como Kenneth MacMillan o John Cranko, cada uno con su propia coreóloga, versada en este código. Como lengua enrevesada que es, la coreología requiere siempre del coreólogo, un traductor que convierte el movimiento en signo y, al instruir a bailarines, vuelve a transformar al signo en movimiento.
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