ESTRENO MUNDIAL
24 de junio de 1999, Ballet de San Petersburgo, San Petersburgo, Rusia
Coreografía: Boris Eifman
Música: Ludwig van Beethoven y Gustav Mahler
24 de junio de 1999, Ballet de San Petersburgo, San Petersburgo, Rusia
Coreografía: Boris Eifman
Música: Ludwig van Beethoven y Gustav Mahler
Prólogo
La acción sucede en Rusia, a mediados del siglo XVIII. Catalina es humillada por su marido, el violento, ebrio y disoluto zar Pedro III. Con ayuda de su Favorito, ella logra tramar una suerte de golpe de estado, lo asesina y se transforma así en la regente. Involuntariamente Pablo, hijo de Catalina y Pedro, siendo aún niño es testigo de este asesinato, hecho que lo marca profundamente de por vida, y lo convierte al mismo tiempo en el futuro zar de todas las Rusias.
Primer acto
Años después, en la corte de palacio, el príncipe Pablo, ya mayor de edad, se siente extremadamente solo en medio de sirvientes, siempre rodeado de hipócritas cortesanos y víctima de sus intrigas. Su madre, la emperatriz regente, se le ha tornado inaccesible, siempre demandada por su Favorito y con toda su atención puesta en él. Para la ambiciosa Catalina el poder no se comparte. Su hijo Pablo es desplazado de su legítimo derecho al trono. El Favorito ha intentado arrastrar al príncipe a su depravado tren de vida sin mucho éxito. La emperatriz decide entonces que un matrimonio anticipado lo distraería y podría hacerlo olvidar de sus pretensiones al trono. Pasa el tiempo, vemos a Pablo feliz junto a su esposa Natalie. Pero esta tiene ambiciosos planes. Sueña con el poder e incita y presiona a Pablo para hacer valer sus derechos al trono de todas las Rusias. La emperatriz descubre las intenciones de los jóvenes. Con mentiras y traiciones malogra la feliz vida de los esposos, transformando a Natalie en una más de sus fatales víctimas. Para Pablo la muerte de su amada esposa es el precio pagado por defender sus derechos. Tantos crímenes y traiciones aumentan su angustia y confusión.
Segundo acto
Los trágicos eventos del pasado acechan a Pablo y le trastocan su visión de la realidad. Los hostiles laberintos de palacio lo atemorizan al extremo de despojarlo de su legítima pretensión al trono. Mantenido lejos del poder, Pablo encuentra gratificación en un mundo paralelo simbolizado por sus soldados de juguete de la infancia. Sin embargo, de a poco se va dando cuenta que no es más que un juego, una ilusión de poder. Decide otra vez revelarse y enfrentar a su madre. Nuevamente es devastado. El fantasma de su padre, rodeado de negros caballeros, clama venganza. La memoria de un padre agonizante enciende la furia de un hijo enajenado. Mientras tanto, en palacio la vida de la corte sigue, inventando nuevas formas de juego y entretenimientos. Catalina, la Grande, preside una gala de máscaras que pronto se transforma en una orgía. En el teatro, frente a la corte, los actores desarrollan una obra donde una reina y su amante matan a su esposo el rey. Furiosa la emperatriz, sintiéndose inculpada, arremete contra las máscaras y descubre que el príncipe Pablo era quien actuaba bajo el personaje de la reina. La emperatriz cuya alma no tiene paz está cada vez más sola, y recuerda los múltiples sacrificios que ha tenido que hacer para llegar al poder y sobre todo para mantenerse en él. Su Favorito también se siente confundido, sus caricias y servicios ya no son suficientes, su rol ha culminado, su caída es inevitable y deberá marcharse del entorno del poder. El heredero está inquieto, sueña con el poder y la venganza. En sus fantasías, el Favorito muere en manos de su padre, Pedro III. La víctima mata a su victimario. Cuando le toca el turno a su madre, en su fantasía, él tan solo debería levantar la espada y asentarle el golpe final. Pero ni siquiera en sueños se atreve a hacerlo. Una visión es remplazada por otra. Fantasía por realidad. La emperatriz nuevamente sola, aislada. Un muro de odio, que ella misma ha construido, la separa de su hijo. La imagen de su esposo asesinado la persigue y tortura en sueños. Cree que su hijo no está destinado al trono, nunca podrá alcanzar la gloria de su madre. Pablo comprende finalmente, en un trágico momento de lucidez, que no ha sido más que la sombra de su ambiciosa madre.