LA TREGUA

Textos por Lucía Chilibroste


Nacimiento de La tregua

En 2018, Igor Yebra llegó a dirigir el Ballet Nacional del Sodre (BNS) con una idea clara en la cabeza: crear un repertorio propio con clara identidad nacional. Recién llegado de España, prontamente comenzó a indagar sobre obras que pudieran servir de base para eso. Charlando con José Miguel Onaindia (entonces director del Instituto Nacional de Artes Escénicas y hoy director de los Auditorios del Sodre), surgió la idea de La tregua. A pocos minutos de esa charla, Yebra se encontró con Hortensia Campanella, presidenta de la Fundación Mario Benedetti, y le dijo que le tenía que pedir los derechos para llevar esa obra a ballet, lo cual sería una forma más de homenajear al escritor uruguayo de mayor reconocimiento internacional en el centésimo aniversario de su nacimiento. La Fundación Mario Benedetti, muy abierta a difundir el trabajo del autor, aceptó el desafío de que la obra que había sido llevada a teatro, cine, traducida a más de veinte idiomas y publicada en más de cien ediciones ahora llegara a un lenguaje desconocido, la danza.

 

Onaindia cree que La tregua, si bien es una obra muy uruguaya, muy montevideana, por la cual uno hasta puede asomarse a ese Montevideo de fines de los años 50, es también una obra muy universal, lo que explica el éxito que ha tenido, la vigencia que conserva. Cree que esa trascendencia, universalidad y vigencia puede deberse a la simpleza de la obra, a lo directa que es, una obra en la que el drama no aparece disfrazado, como tampoco los temas que plantea como lo existencial del personaje: la rutina, la familia, el amor.

Benedetti escribió la novela en 1959 en el café Sorocabana durante los intervalos de dos horas para almorzar en su trabajo de administrativo en la Ciudad Vieja. El héroe que eligió para esa pequeña novela, de solo 52.000 palabras, según señala Campanella, es un personaje típico del momento, el empleado público, el empleado administrativo. Mientras escribía en el café, veía a esos hombres que consideraba inteligentes y cultos, pero que por el peso de la rutina se iban empobreciendo, achichando, entristeciendo. Ese personaje es su héroe, Martín Santomé.

 

 

Narrada en primera persona y en forma de diario, la obra transcurre durante los seis meses y veintiocho días (así comienza la obra) que a Santomé le faltan para la esperada jubilación. Un solitario, rutinario y ejemplar empleado de oficina, hombre reflexivo de clase media pronto a cumplir 50 años, padre de tres hijos adultos, viudo desde que nació su hijo menor, un hombre triste «con vocación de alegre», como dice Benedetti. En esa existencia que parece tan gris, la vida le da una tregua en forma de un inesperado amor, Laura Avellaneda, que por un tiempo lo hará ver la vida de otro color.

Para llevarlo adelante, Yebra, siguiendo el espíritu de la legendaria compañía Los Ballets Rusos, de Diaghilev, de generar colaboración entre grandes artistas referentes de diferentes áreas. Decidió reunir a su coreógrafa residente, Marina Sánchez, con Gabriel Calderón, a quien se le encargó la dramaturgia del ballet, Luciano Supervielle, responsable de la música, Sebastián Marrero, encargado de la iluminación y Hugo Millán, a cargo del vestuario y la escenografía. Grupo de notables que desde hace más de dos años vienen trabajando en la creación del ballet La tregua.

Estuvieron de acuerdo en que no tenía sentido contar exactamente lo mismo que Benedetti en otro lenguaje, ya que no solo sería inviable porque la literatura y el ballet no tienen una correspondencia exacta, sino porque además ya existe La tregua de Benedetti y es muy buena. Por lo que se permitieron la libertad de decidir qué tregua querían contar. Así fue que acordaron que sería una versión libre de la obra original, una obra atemporal y de carácter universal. No renunciarían a muchos posibles clichés como lo gris, la inmovilidad, la oficina, pero buscarían transformarlo. Especialmente buscarían alejarse de lo particular y lo local e ir hacia lo universal de lo local.

Bailar La tregua

Marina Sánchez es una artista de la casa. Bailarina del ballet del Sodre desde 1996, fue solista y bailó por veinte años. En 2014 debutó como coreógrafa con la obra Zitarrosa en todos junto al Ballet Nacional del Sodre, y luego creó para la compañía las coreografías Celebración por los 100 años de La Cumparsita, Encuentros y participó en Cuentos de la selva. En 2018, ya parte del equipo artístico del BNS, en el que luego sería designada coreógrafa residente, se embarcó en la gran tarea de llevar La tregua de Benedetti a su lenguaje, la danza.

 

Tras aceptar el desafío, Sánchez leyó y releyó la obra hasta saber qué era lo que ella quería contar de La tregua. Varias ideas aparecieron como motores: la rutina de Martín Santomé, la relación con su metódico trabajo y con sus tres hijos a quienes no termina de conocer, como tampoco termina de sentirse orgulloso por haberlos criado solo («Salir adelante con mis hijos era una obligación, el único escape para que la sociedad no se encarara conmigo y me dedicara la mirada inexorable que se reserva a los padres desalmados», tal como escribe Benedetti). Dentro de todo eso, la idea del amor como una tregua. Todo a lo largo de nueve escenas que transcurren sin descanso.

Para la compañía tener una coreógrafa residente como Sánchez siempre es un plus, porque ella trabaja con una «materia prima» a la que conoce como la palma de su mano, algo clave para la creación. También por ese conocimiento de sus bailarines, trabajó mucho buscando explotar lo que cada uno podía aportar en la creación de los personajes y permitió que cada bailarín les diera cierto toque personal a los roles.

Desde que pensó la obra, Sánchez con su batuta quiso destacar el protagonismo de la rutina en la novela. Pero al convertir el lenguaje de la palabra escrita al del movimiento, en lo que es imposible una transposición lineal, sintió que esa rutina debía ser un personaje. Se lo imaginó como un tótem encima de Martín; o su sombra, la prolongación de él mismo. Una rutina que le pesa en los hombros, que se le impregna en el cuerpo generando agobio y pesadez, al tiempo que limita sus movimientos. Pero también es una rutina que lo cuida, le ofrece seguridad y protección. Por eso la Rutina está siempre encima de Martín, tanto en sus momentos más grises como en los más luminosos, porque también en el amor se genera una disfrutable rutina.

El otro personaje que incorporó fue el Azar. Al principio había pensado incorporar a la muerte como personaje. Pero la muerte tiene una clara relación con algo negativo. En cambio el Azar no, no es ni bueno ni malo, da y quita, le presenta a Avellaneda en su vida pero también se la lleva, así como se había llevado a su joven esposa Isabel. Un personaje irreal que está por encima de todo, todopoderoso, capaz de tejer los hilos de las vidas de los demás. La coreógrafa eligió que no tuviera género y por eso es interpretado tanto por un bailarín como por una bailarina.

En todos los trabajos que ha realizado, Sánchez parece una artista con profundas raíces en el Río de la Plata, por sus temáticas, elecciones musicales y naturalmente la danza. Coreográficamente en su obra pueden identificarse ciertas particularidades: un movimiento fluido y dinámico que sube y baja en intensidad, que va a la sugerencia más que a lo explícito. Todo en una conjunción de la técnica clásica con danzas que también parecen ser parte del ADN de Sánchez, como el tango, la milonga y el candombe. Por eso en La tregua presenta una ciudad con ritmo urbano, unas relaciones clandestinas bailadas al compás del tango, una oficina metódica al ritmo de candombe, pero también quiso que fueran parte Vivaldi y Beethoven.

En La tregua Sánchez también recurre a ciertos leitmotiv, movimientos que en una escena pueden representar una lucha y tensión entre los hermanos y más adelante representan el momento máximo de amor y felicidad de los personajes. O elementos como el tul que representa la idea de los recuerdos de Isabel, que también va a aparecer al final. Juega con la simultaneidad de las situaciones, que llega a su momento máximo al final del ballet, para el cual la coreógrafa no se limitó a la lectura de La tregua, sino que recurrió al poema de Benedetti Última noción de Laura, en el que la joven le escribe a su amado lo que siente en sus últimos días.

Argumento

 

1.


COMIENZO DEL DIARIO

Por qué alguien habría de leerme algún día.

 

 

Martín Santomé y su rutina que se presenta en todos los aspectos de su vida: en el trabajo, en la oficina, en su familia, en sus relaciones. Así son los días y así son las noches: repetidos, aburridos, pesados. Hasta el azar tiene un juego predeterminado en esta repetición. La única novedad es el comienzo de la escritura de un diario personal, cuando faltan seis meses para jubilarse, en el que irá registrando sus pensamientos y sus vivencias.

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15 de febrero

 

Es como si me dividiera en dos entes dispares, contradictorios, independientes, uno que sabe de memoria su trabajo, que domina al máximo sus variantes y recovecos, que está seguro siempre de dónde pisa, y otro soñador y febril, frustradamente apasionado, un tipo triste que, sin embargo, tuvo, tiene y tendrá vocación de alegría.

 

Hoy fue un día feliz, solo rutina.

2.

 

LA CIUDAD Y EL VIENTO

Estoy convencido de que en horas de oficina la ciudad es otra.

 

El ritmo de la ciudad con sus dinámicas en horas de trabajo: la urbe de gente circulando, el caos ordenado de filas, grupos y masa.

 

Martín atraviesa la ciudad con su rutina de la misma manera, con los mismos pasos, llevando la misma carga, el mismo peso. Es posible que el azar haga que conozca una mujer en un ómnibus, que se transforme en encuentros, pequeños cariños que no llegan a amores, que también forman parte de su rutinaria vida.

 

La familia también tiene su rutina, sus encuentros y desencuentros, sus sentimientos repetidos, sus peleas eternas entre hermanos que se resisten mutuamente.

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 20 de febrero

 

Estoy convencido de que en horario de oficina la ciudad es otra. Yo conozco el Montevideo de los hombres a horario, los que entran a las ocho y media y salen a las doce, los que regresan a las dos y media y se van definitivamente a las siete. Con estos rostros crispados y sudorosos, con esos pasos urgentes y tropezados; con esos somos viejos conocidos. Pero está la otra ciudad, la de las frescas pitucas que salen a media tarde recién bañaditas, perfumadas, despreciativas, optimistas, chistosas; la de los hijos de mamá que se despiertan al mediodía y a las seis de la tarde llevan aún impecable el blanco cuello de tricolina importada, la de los viejos que toman el ómnibus hasta la Aduana y regresan luego sin bajarse, reduciendo su módica farra a la sola mirada reconfortante con que recorren la Ciudad Vieja de sus nostalgias; la de las madres jóvenes que nunca salen de noche y entran al cine, con cara de culpables, en la vuelta de las 15.30; la de las niñeras que denigran a sus patronas mientras las moscas se comen a los niños; la de los jubilados y pelmas varios, en fin, que creen ganarse el cielo dándoles migas a las palomas de la plaza. Esos son mis desconocidos, por ahora al menos.

 

29 de marzo

 

Qué viento asqueroso.

 

3.

 

LA CASA NO ES UN REFUGIO

Me veo poco con mis hijos.

 

La guerra del resentimiento y los enojos en la cena nocturna. Los hijos de Martín no se le parecen, tienen energías distintas. Él casi no los reconoce. Las miradas de reproche se alternan, le reprochan haberse convertido en eso, en lo que es, hoy, frente a ellos. Blanca lo mira y le sonríe, como para decirle «te entiendo», tal vez con pena. Esteban se resiste, no se sabe bien a qué, pero se resiste.

Jaime, defraudado con su padre que no acepta su condición sexual, come con cara de que no le gusta, no le gusta la comida ni estar allí, no le gusta nada. Busca en la mirada de sus hermanos a ver si coincide su disgusto; a los demás no les gusta tampoco, pero nadie lo mira. El único bálsamo para Martín es la memoria de Isabel. Volver a pensarla, de alguna manera, es volver a vivir y ser aquella persona que era cuando estaban juntos.

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18 de febrero

Yo tendría que sentirme orgulloso de haber quedado viudo con tres hijos y haber salido adelante. Pero no me siento orgulloso, sino cansado. El orgullo es para cuando se tienen veinte o treinta años. Salir adelante con mis hijos era una obligación, el único escape para que la sociedad no se encarara conmigo y me dedicara la mirada inexorable que se reserva a los padres desalmados. No cabía otra solución y salí́ adelante. Pero todo fue siempre demasiado obligatorio como para que pudiera sentirme feliz.

2 de mayo

 

Todo el mecanismo de mis sentimientos quedó detenido hace veinte años, cuando murió́ Isabel. Primero fue dolor, después indiferencia, más tarde libertad, últimamente tedio. Largo, desierto, invariable tedio.

4.

 

LA RUTINA Y EL AZAR EN LA OFICINA

qué me está sucediendo

 

 

La rutina del trabajo y los roces del trabajo cotidiano, hasta que el azar invoca a los nuevos empleados.

Llegada de los nuevos, los viejos enseñando, mostrando, ayudando. Entre los nuevos llega una muchacha joven llamada Laura Avellaneda. Y así comienzan las miradas. Algún comentario sobre la vida personal, alguna mirada perdida, alguna revisión de informe que hace que se queden trabajando más de la cuenta. Poco a poco la mirada de Martín hacia Avellaneda, en el devenir del trabajo, en el devenir de los días, empieza a cambiar.

 

Martín nota ese cambio pero al principio no lo entiende, hasta que acepta que lo que sucede es que se ha fijado en ella, le gusta. Los movimientos y la emoción controlados tras los tipeos, los papeles, los informes y las miradas.

 

Martín sabe que tiene que hablar con ella, pero será fuera de la oficina.

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19 de marzo

 

Hoy, por ejemplo, mientras ella me cantaba los números y yo tildaba la cinta de sumar, me ejercité en irle contando los lunares que tiene en su antebrazo izquierdo. Se dividen en dos categorías: cinco lunares chicos y tres lunares grandes, de los cuales uno abultadito. Cuando terminó de cantarme noviembre, le dije, solo para ver cómo reaccionaba: «Hágase quemar ese lunar. Generalmente no pasa nada, pero en un caso cada cien, puede ser peligroso». Se puso colorada y no sabía dónde poner el brazo. Me dijo: «Gracias, señor», pero siguió́ dictándome terriblemente incómoda. Cuando llegamos a enero, empecé́ a dictar yo, y ella ponía los tildes. En un determinado instante, tuve conciencia de que algo raro estaba pasando y levanté la vista en mitad de una cifra. Ella estaba mirándome la mano. ¿En busca de lunares? Quizá́. Sonreí́ y otra vez se murió́ de vergüenza. Pobre Avellaneda.

 

2 de mayo

 

No quise hablar con Avellaneda. Primero, porque no quiero asustarla; segundo, porque no sé realmente qué decirle. Antes tengo que saber con precisión qué me está sucediendo.

5.

 

EL ENCUENTRO Y LA DECLARACIÓN

«Ya lo sabía»

 

 

Martín va con su rutina a una esquina donde ella usualmente está, pero el azar hace que ella no pase por allí. Son la rutina y el azar los que provocan que Laura y Martín se pierdan en medio de la ciudad. Hasta que finalmente el encuentro es inevitable. Un pequeño café en una pequeña mesa de un pequeño bar de la ciudad es testigo de los nervios de ambos, las palabras torpes, los gestos temblorosos hasta que la declaración se impone.

 

Laura y Martín bailan por primera vez pues por primera vez se miran de manera distinta, ahora comparten un cariño secreto, son cómplices en medio de la ciudad de lo que tienen.

 

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17 de mayo

 

«Mire, Avellaneda, es muy posible que lo que le voy a decir le parezca una locura. Si es así́, me lo dice nomás. Pero no quiero andar con rodeos: creo que estoy enamorado de usted.» Esperé unos instantes. Ni una palabra. […] Entonces seguí́: «A mi edad y a su edad, lo más lógico hubiera sido que me callase la boca; pero creo que, de todos modos, era un homenaje que le debía. Yo no voy a exigir nada. Si usted, ahora o mañana o cuando sea, me dice basta, no se habla más del asunto y tan amigos. No tenga miedo por su trabajo en la oficina, por la tranquilidad en su trabajo; sé comportarme, no se preocupe». Otra vez esperé. […] Por fin no pude esperar más y dije: «¿Y? […] ¿Tiene algo que declarar?». Dejó de mirar su cartera. Cuando levantó los ojos, presentí́ que el momento peor había pasado. «Ya lo sabía», dijo. «Por eso vine a tomar café́».

6.

 

AVELLANEDA Y YO

Todo estuvo tan bien, que no vale la pena escribirlo.

 

 

El pudor del primer encuentro se hizo a oscuras, para hacer posible lo que a ambos costaba imaginar. Un apartamento se vuelve el refugio de este amor nuevo y personal que solo ellos dos conocen. Ahora la rutina y el azar se conjugan para alargar y proteger este amor. Lo que antes era tedioso, las repeticiones invariables, ahora se vuelve reiteraciones de disfrute con el otro.

 

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28 de junio

 

Comimos. Hablamos. Reímos. Hicimos el amor. Todo estuvo tan bien, que no vale la pena escribirlo. Estoy rezando: «Que dure», y para presionar a Dios voy a tocar madera sin patas.

 

6 de julio

 

De pronto tuve conciencia de que ese momento, de que esa rebanada de cotidianidad, era el grado máximo de bienestar, era la Dicha. Nunca había sido tan plenamente feliz como en ese momento, pero tenía la hiriente sensación de que nunca más volvería a serlo, por lo menos en ese grado, con esa intensidad.

 

7.

 

LA TREGUA

me limito a decir: ojalá.

 

 

Ahora todo se mezcla, la felicidad hace confundir lo soñado con lo real. Es el amor que todo lo trastoca.

 

El enamoramiento hunde todo en un sueño y la ciudad se sueña alegre a sí misma. La gente que cruza se amiga, se quiere, se sonríe. La familia se mira por primera vez familiarmente, los hijos se entienden, todos se aceptan y hasta el recuerdo de la amada se alegra y salta feliz porque todo haya renacido. El viento que antes arremetía contra los cuerpos ahora los seduce, los mezcla, los invita a un vals natural, urbano y hermoso. La familia acepta, la oficina acompaña, la ciudad cobija, y ellos, surfeando enamorados por todo lo que antes los aplastaba, emergen con el furor de las almas que se aman.

 

Todo renace, todo brilla, todo promete. Hasta que Avellaneda tose y todo para.

 

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27 de agosto

 

Creo que en ese momento se me afirmó definitivamente una convicción: soy de este sitio, de esta ciudad. […] Cada uno es de un solo sitio en la tierra y allí́ debe pagar su cuota. Yo soy de aquí́. Aquí́ pago mi cuota. Ese que pasa (el de sobretodo largo, la oreja salida, la ronquera rabiosa), ese es mi semejante. Todavía ignora que yo existo, pero un día me verá de frente, de perfil o de espaldas, y tendrá́ la sensación de que entre nosotros hay algo secreto, un recóndito lazo que nos une, que nos da fuerzas para entendernos.

 

8.

 

FIN DE LA TREGUA

Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío.

 

 

Mientras la oficina vuelve a sus mecánicos procedimientos, a sus gestos automáticos y sus parsimoniosos minutos, se nota la ausencia de Laura que no ha vuelto a la oficina. En su casa, con frío, con estornudos, con gripe, se retuerce enferma y falta a su trabajo. Otro día, varios días en el trabajo sin Laura. Martín se preocupa, e inquieta, hasta que finalmente el teléfono suena.

 

En la oficina, Martín atiende el teléfono y alguien, una voz, le dice que esa mañana Laura falleció.

 

Avellaneda se murió.

 

Su hija Blanca es la única que lo sabe, la única que, de alguna manera, lo entiende.

 

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23 de setiembre

 

Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío.

 

17 de enero

 

«Falleció́», dijo la voz del tío. La palabra es un asco. Falleció significa un trámite: «Una mala noticia […]». Lo único que sabe es decir: «Falleció́», algo tan insoportablemente fácil como eso. Seguramente se estaba encogiendo de hombros. Y eso también era un asco.

 

Creo que grité, resoplé, dije tonterías. Apenas si podía respirar. Sentí́ que me desabrochaban el cuello, que me aflojaban la corbata. Hubo una voz desconocida que dijo: «Ha sido un choque emocional», y otra voz, esta sí conocida, la de Muñoz, que se puso a explicar: «Era una empleada que él apreciaba mucho».

 

9.

 

LA JUBILACIÓN

 

 

Meses después Martín se enfrenta a la jubilación, solo, recordando a Laura. Es el fin de la rutina que lo acompañó toda su vida, el fin del trabajo, de los informes, de los paisajes usuales. Pero una nueva rutina se impondrá, la del ocio, la de los días sin trabajo, sin ocupación. Su vida ha sido rutinas y azares, pero Laura fue algo distinto, no solo un amor, sino una tregua.

 

 

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10 de abril

«Avellaneda tiene algo que me atrae. […] pero ¿qué es?»

 

17 de mayo

«Creo que estoy enamorado de usted»

 

7 de junio.

La besé. […] «Mañana pensaré. Ahora estoy cansado. También podría decir feliz»

 

28 de junio

«Que dure»

 

6 de julio

«De pronto tuve conciencia de que ese momento, de que esa rebanada de cotidianidad, era el grado máximo de bienestar, era la Dicha.»

 

7 de julio

«Estoy seguro de que la cumbre es un breve segundo, un destello instantáneo, y no hay derecho a prórrogas»

 

17 de setiembre

Avellaneda no vino a la oficina.

 

20 de setiembre

Tampoco hoy vino Avellaneda.

 

23 de setiembre

Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío.

 

17 de enero

Hace casi cuatro meses que no anoto nada. No solo no tuve valor, sino que tampoco tuve nada para decir, durante días no dije nada. Menos que menos escribir.

 

22 de enero

«Murió́. Avellaneda murió́», porque murió́ es la palabra, murió́ es el derrumbe de la vida, murió́ viene de adentro, trae la verdadera respiración del dolor.

 

24 de febrero

Pero no era la felicidad, era solo una tregua.

 

26 de febrero

Cómo la necesito.

 

28 de febrero

Se acabó́ la oficina. Desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará́ a mis órdenes. Después de tanta espera, esto es el ocio. ¿Qué haré con él?

 

¿Qué haré con él?

 


Ficha Técnica

 

Reparto

 

Laura:

Nadia Mara  26/11, 27/11, 28/11, 29/11, 1º/12, 3/12, 5/12, 6/12 (21hs)

Sofía Newell 2/12, 4/12, 6/12 (17hs)

Martín:

Sergio Muzzio 26/11, 28/11, 1º/12, 3/12, 5/12

Ciro Tamayo 27/11, 29/11, 6/12 (21hs)

Sandro Fernandes 2/12, 4/12, 6/12 (17hs)

Rutina:

Ciro Tamayo: 26/11, 28/11, 1º/12, 3/12, 5/12

Acaoã Theóphilo: 27/11, 29/11, 6/12(21hs)

Damián Torío: 2/12, 4/12, 6/12 (17hs)

Azar:

Damián Torío: 26/11, 28/11, 1º/12, 3/12, 5/12

Vanessa Fleita: 27/11, 29/11, 6/12 (21hs)

Joyce Alves: 2/12, 4/12, 6/12 (17hs)

 

Primeros bailarines

Vanessa Fleita

Alejandro González

Nadia Mara

Melissa Oliveira

Paula Penachio

Ciro Tamayo

Damián Torío

 

 

Solistas

Gabriela Flecha

Ariele Gomes

Guillermo González

Deise Mendonça

Sergio Muzzio

 

 


Cuerpo de baile

 

Alejandra Acosta

Paula Acosta

Joyce Alves

Rocío Bazerque

Marta Beiersdorff

Camila Bontá

Agustina Burgueño

Mariana Carbajal

Sofía Galván

Clara Gasso

Alfonsina González

Liliana González

Yasmin Lomondo

Alejandra Martínez

Sofia Newell

Tatiana Pérez

Careliz Povea

Fátima Quaglia

Nathiany Ribeiro

Ariadna Sánchez

Larissa Lins

Jennifer Ulloa

Walkiria Weber

Natalia Carrerou

Mirza Folco

Maia Güida

Oscar Escudero

Sandro Fernandes

Jorge Ferreira

Emanuel Gómez

Erik Kim

Walter Lateulade

Ignacio Lombardo

Ignacio Macri

Julian Mendosa

Lucas Moya

Agustín Pereyra

Luiz Santiago

Gabriel Scarponi

Fabián Sosa

Archie Sullivan

Acaoã Theóphilo

Ismael Arias

Sebastian Arias Corifeo

 

 

Dramaturgia

Gabriel Calderón, conocido y reconocido hombre de teatro, fue quien se encargó de la dramaturgia de la obra. Un aspecto que muchas veces el ballet deja de lado, pero que es fundamental para ayudar al espectador a seguir la historia.

Desde su incorporación al equipo artístico, su trabajo, muy de la mano y pautado por el de la coreógrafa, consistió en reorganizar la novela para que tuviera episodios claros, para que se pudiera seguir a los personajes e identificar las escenas, cómo una conduce a la otra, buscando una reestructura que diera mayor fuerza al evento dramático.

Para eso escribió diferentes guiones basados en la propia obra literaria de Benedetti. Uno de esos guiones fue usado como punto de partida para identificar situaciones, acciones o personajes que aparecerían en las diferentes escenas. Otro de los guiones fue para los bailarines, en función de las nueve escenas organizó fragmentos de la obra de Benedetti y creó textos que, en caso de que lo necesitaran, pudieran ayudar al equipo artístico y a los bailarines a profundizar en las complejidades y sutilezas de los personajes. Por ejemplo, en determinado momento, cuando tampoco en su hogar Santomé encuentra paz y recibe esas miradas de sus hijos, los dos le reprochan cosas pero son diferentes. El reproche del mayor, Esteban, es más un resentimiento. El menor, Jaime, se siente defraudado por saber que no es comprendido por su padre. «Todo da matices, y en los matices se defiende la obra de arte, porque al final todas las historias son de amor, locura, engaño, mentiras o de muerte. No hay muchas más historias, lo que hace las diferencias son estos matices.»

También se trabajó mucho sobre el Azar y la Rutina, aspectos que se personificaron en el ballet. Calderón insiste en que se trabajó mucho en que estos personajes no debían ser ni buenos ni malos. Son las dos cosas al mismo tiempo, como todo en la vida. Pero sí tienen diferencias. Una importante es la intensidad. La Rutina no demanda gran nivel de energía para mantenerse haciendo siempre lo mismo, para sostener lo que construyó. Sin embargo, para mover lo hecho y realizar un gran cambio se requiere un nivel de energía mayor, por eso el Azar es todopoderoso.

Otro aspecto en el que el equipo trabajó mucho, sintiendo que seguían «algo muy benedettiano», al decir de Calderón, fueron características como la tristeza, lo gris, la rutina, que debían estar, pero podían encontrar fuerza, luz, alegría, amor, para poéticamente, a través de la danza, transmutarse a otro momento, en otra cosa. Señala que por eso le tienen mucho cariño a la escena 7, cuando la ciudad sigue siendo la misma, pero los ojos enamorados y plenos de Santomé le dicen otra cosa.

Música

La música del ballet estuvo a cargo de Luciano Supervielle, reconocido artista integrante del grupo Bajofondo, también con larga trayectoria como solista y participación en bandas sonoras de conocidas películas como El baño del papa y La redota. En ballet ya había trabajado en 2015 en la música para Episodios sobre un mismo tema, de Andrea Salazar. Pero esta vez, por tratarse de un ballet completo, el desafío era mayor. Tenía que componer y desarrollar un lenguaje musical a gran escala, para el cual debió buscar un concepto y dar una unidad a toda la obra, que dura poco más de una hora.

La coreógrafa, con quien Supervielle trabajó codo a codo, tenía muy claras ciertas inspiraciones que quería que estuvieran. La obra transcurre en una ciudad y para Sánchez la ciudad es tango, Jaurena, candombe, Bajofondo. La ciudad tiene sonidos propios como el tránsito, la gente, y también están los sonidos de la oficina donde Santomé ha pasado gran parte de su vida. Toda esa música es creada por Supervielle.

La música se compone de piezas originales creadas para La tregua, y también de arreglos basados en música ya hecha por Supervielle que a Sánchez le gustaban. La coreógrafa construyó algunas de las primeras coreografías que fue probando con los bailarines sobre referencias de músicas existentes, por ejemplo una obra de Jaurena (New York gotan) y otra de Bajofondo (Grand Guignol), sobre las que luego Supervielle compuso música original, lo que consideró un desafío muy interesante.

Pero Marina también le pidió incorporar fragmentos de Beethoven y de Vivaldi. A Supervielle le encantó la idea de compaginar su estilo más contemporáneo con músicas clásicas, a las que tradicionalmente se encuentra vinculado el ballet. Eligió asociar algunos personajes a algunas melodías que se asocian a instrumentos, como Martín Santomé al cello, instrumento que le gusta mucho y que entiende que genera un sonido un poco desgarrador. A Isabel, Laura y el Azar los asoció a lo vocal y a una idea de algo onírico. Al igual que las luces, la música acompaña el estado de Santomé. Todo se ve a través de sus ojos, por lo tanto a lo largo de la obra es más o menos luminosa.

Supervielle quiso que la música fuese grabada por músicos muy jóvenes provenientes de diferentes estilos y muy versátiles al mismo tiempo, lo que considera que le aporta una gran frescura a toda la composición.

 

Vestuario y escenografía

El trabajo de diseño de vestuario y escenografía viene de la mano de Hugo Millán, quien trabaja con el BNS desde el 2013, con destacado reconocimiento nacional e internacional.

Desde que comenzó a trabajar y Marina Sánchez le presentó su idea, Millán quiso plasmar la esencia de esa emoción de Martín Santomé, un hombre que vive mirando todo desde la ventana (de su casa, del café, de la oficina), con cierta angustia interior por su trabajo y vida familiar, como también por la incertidumbre de comenzar otra vida ante su inminente jubilación. Esa idea de encierro, de una vida que se ve a través de postigos, persianas, de los visillos de la ventana, en la cual uno observa sin ser visto una realidad que ve en partes, fue el disparador para comenzar a trabajar. Recurrió como inspiración a la obra del artista estadounidense Edward Hopper (1882-1967), el “pintor de la soledad», y a nivel gráfico a la serie Persianas del artista plástico uruguayo Manuel Espínola Gómez (1921-2003).

Millán tiene larga experiencia en trabajar con el ballet y sabe que es fundamental que el vestuario sea funcional al movimiento de los cuerpos. Recurrió a un vestuario universal, atemporal, que representa las líneas de la silueta masculina y femenina, en una paleta de colores que parecen filtrados por la oscuridad del encierro. Los más luminosos y limpios son los colores de Isabel y Laura, por lo que estos personajes representan para Santomé.

Cuando Millán planteó su propuesta al equipo artístico, quiso que las persianas, que también pueden ser ficheros, se trasladaran al vestuario a través de diferentes formas de tableado o plegado. También incluyó un microtul para dar la idea de la bruma con que se ven las cosas a través de una ventana.

 

Respecto a la escenografía, Millán buscó alejarse de lo realista y figurativo para irse a algo abstracto y móvil. Siguiendo nuevamente la idea de las persianas, creó cuatro módulos de cuatro metros y medio de alto que enmarcan las situaciones que dan contexto, como la ciudad, la oficina o el café. También recurrió a la idea del pop-up, como una pared de la que se desprende una tabla y se transforma en oficina, una mesa de la que salen unos bancos y luego puede ser una cama. Todo en un diseño de escenografía que fue pensado desde el inicio para que fuera práctico y desmontable a la hora de salir de gira.

 

Sebastián Marrero

El diseñador de iluminación de larga trayectoria Sebastián Marrero está a cargo de este aspecto en el ballet. Forma parte del BNS desde hace unos años, conoce las necesidades de la iluminación para ballet y se sumó al grupo creativo desde el inicio.

Trabajando de la mano con Millán, la iluminación de Marrero se aleja del realismo y toma como referencia artística la abstracción geométrica. Le sirvió de inspiración la obra del artista brasileño Hércules Barsotti (1914-2010), a partir de la cual comenzó su trabajo sobre el uso de la luz y la oscuridad, así como el juego con el claroscuro. Es su trabajo lo que decide qué debe de ser visto y qué no, recurriendo a la visibilidad selectiva, que permite dirigir la visión del espectador.

 

La obra de Benedetti cuenta la historia en la voz de Martín Santomé, en primera persona, quien según sus estados de ánimo va viendo y narrando las cosas. Afín a esta idea, sigue el mismo concepto. La emoción es el punto de partida de la iluminación, esta refleja el estado vital de Santomé y lo va acompañando según sus estados de ánimo. Algo así como que cuando estamos felices todo lo vemos de una manera y cuando estamos tristes o enojados vemos la misma situación de una manera completamente diferente.

La iluminación es como sus ojos, el filtro que Martín pone a su mirada y da contexto a las emociones. Por eso la obra comienza con unas luces de tonalidades más frías, casi como un día nublado, hasta que conoce a Avellaneda. A partir de ese momento en que él se permite ese amor y se conecta con otra parte de su ser, va a ver todo diferente, y entonces las luces también van a ser diferentes, con tonalidades más cálidas, como si saliera el sol. Es la mirada de Santomé la que hace que la obra sea más o menos luminosa.

Esas distintas intensidades de luces aparecen como coladas, como la luz que entra a través de una persiana. Por eso varias veces se forman líneas rectas perpendiculares, que a veces se cruzan, jugando con lo seriado y mecánico que es el trabajo de la oficina y la vida de Santomé.

 

 

Autoridades Nacionales

 

Dr. Luis Lacalle Pou
Presidente de la República

Esc. Beatriz Argimón
Vicepresidenta de la República

Dr. Pablo Da Silveira
Ministro de Educación y Cultura

Dra. Ana Ribeiro
Subsecretaria

Dr. Pablo Landoni
Director general de secretaría

 

 

Autoridades SODRE

 

Consejo directivo del SODRE

Mag. Martín Inthamoussú
Presidente

Adela Dubra
Vicepresidenta

Dr. Claudio Aguilar
Consejero

 

Equipo de gestión del SODRE

José Miguel Onaindia
Director artístico de Auditorios

Lic. Horacio Urrutia
Director de marketing y desarrollo 

Mtro. Gerardo Moreira
Asesor artístico

Diego Scarani
Gerente 

Diego Acosta y Maria Emil Saldaña
Gerentes de comunicación

 

 

Comunicación SODRE

Magela Camelo, Diego García y Karina Scarone
Comunicación institucional

Camila Basso, Bruno Alvarez, Elena Maldonado y Jorge Sayagués
Diseño gráfico

Alicia Carballo, Ana Castillo
Video

 

Ballet Nacional SODRE

 

Equipo artístico:

Igor Yebra  / Director artístico

Francesco Ventriglia  / Adj. de dirección artística

Lorena Fernández  / Maestra

Marina Sánchez  / Maestra y coreógrafa residente

Julio Minetti y Sarah Seoane  / Maestros de clase

Julio Bocca / Maestro invitado residente

Miriam Kescherman / Maestra invitada

 

 

Equipo de gestión:

Patricia Kangyera /  Gerente administrativa

Gustavo Casco  / Gerente de logística

Juan Ottati  / Gerente de relaciones institucionales

María José Azarola  / Inspectora interina

Estefani Buela / Asistente administrativa

Camila Damiani  / Diseño de comunicación visual

 

Equipo técnico:

Martín Segovia / Stage manager

Maite Gómez, María Belén Perini / Asistente de stage manager

Pamela Cuenca  / Asistente de audio y video

Pablo Pulido / Asistente de iluminación

Pianistas:

Esteban Urtiaga / Repertorio

Adrián Braida / Clase

José Vicente / Clase

Fisioterapeutas

Helena Pehar

Elisa Guaraglia

 

 

Auditorio Nacional del Sodre


Director Ejecutivo Gonzalo Halty | Coordinadora Ejecutiva Natasha Belli l Directora Gestión de Públicos, Proyectos educativos y sociales Andrea Fantoni | Asistente Gestión de Públicos, Proyectos educativos y sociales Soledad Canetti l Gerenta Capital Humano Lilian Ponce l Asistente Capital Humano Gimena Vigouroux | Gerente Financiero Contable Kenneth Strongitharm | Asistente Financiero Contable Guillermo Romillo | Director Infraestructura y Mantenimiento Pablo Panzacchi | Jefe Gestión de Operaciones Leonardo Martínez | Jefe Gestión de Mantenimiento Joaquín García l Técnicos Operaciones y Mantenimiento Gustavo López, José López, Matías Servia y Héctor Ticino l Jefe Infraestructura Eléctrica Chris Umpiérrez | Técnico Infraestructura Eléctrica Nicolás Santos | Jefa Atención al Público Cecilia Saravia l Coordinadora Atención al Público María Victoria Medina l Supervisores Atención al Público Tatiana Busch, María Nella Lebeque, Luciano Muñoz, Diego Nava y Renata Valente l Supervisor Boletería Raúl Carzul l Boletería Soledad Portugal | Video Alicia Carballo y Ana Castillo l Cadete Federico Ferrari | Directora Técnica Mayra Serra l Producción Técnica Bruno Antúnez, Rosalía García e Irene Willat l Administrativa Producción María Emilia Olivares l Jefa Escenario Alejandra Fleurquin l Técnicos Regidores Escenario Magdalena Charlo, Leandro Garzina, Tatiana Keidanski y Juan Lauz l Jefe Iluminación Sebastián Cybulski | Sub jefa Iluminación Ximena Seara | Técnicos Iluminación Diego Amaro, Sofía Arocena, Ana Chiara, Jimena Correa, Rosina Daguerre, Pablo García, Andrés Maroñas, Paula Martell, Luis Paiva, Lucía Rubbo y Martín Siri | Jefe Audio y Video Javier Viña | Técnicos Audio y Video Sebastián Acosta, Gustavo Cunha, Gerardo Fernández, Martín González, Florencia Hernández y Javier von Sanden | Jefe Maquinaria David Rosa | Sub jefa Maquinaria Gabriela Fagúndez | Técnicos Maquinaria Patricio Alfonso, Diego Castro, Juan Colo, Braulio Dutra, Andres Falciola, Nicolás Feirer, Alfonsina Fernández, Valentina Gatti (s), Martín González, Magalí Luraschi, Leandro Migliónico, Ricardo Pereira, Pablo Sila y María Cristina Vares | Jefa Realización Escenográfica Andrea Peveroni | Taller Realización Escenográfica Emiliano Alaniz, Rodrigo de Freitas, Ricardo Riverol y Emanuel Smart | Taller Utilería Larisa Erganian, Ángel Jiménez, Martín Pitamiglio y Ricardo Rosa l Coordinador Pintura Escénica Gustavo Petkoff | Técnicos Pintura Escénica Tamara Rehermann, Miguel Robaina y Florencia Viera | Jefa Vestuario Amparo Alloza | Sub Jefa de vestuario Lucia Mangado | Coordinadora técnica vestuario Rossana Caraballo | Técnicas Sastrería Rosario Acuña, Liliana Carballo, Carolina Fernández, Alba Hassan, Irma Motta y Patricia Sabatino | Técnicas Caracterización y Accesorios Natalia Arriaga, Mariana Bardecio, Gabriela Barretto, Adela López y Pilar Puig

Apoyo a la producción Técnicos Audio y Video Leandro Cardozo y Fabian Pacheco | Técnicos Regidores de escenario Jimena Rios | Técnicos Iluminación Lucia Godoy, Renzo Rossi, Ana Paula Segundo, Estefanía Serrentino, Marcelo Staino, Victoria Tello | Técnicos Caracterización y Accesorios Belén Orique y Noelia Rodriguez | Tecnico Maquinaria Paolo Cabrera, Matias Dopasso, Jimmy Escaron, Gaston Moyano, Cecilia Rodriguez, Marcos Sum Parra



 Apoyan al BNS


Agradecimientos

Antel, Banco de la República Oriental del Uruguay y su Directorio, Blue Cross & Blue Shield de Uruguay, UCM, Banco de Seguros del Estado, Gabriel Gurméndez, Fernando Quarneti, Rosario González Stewart, José Amorín Batlle, Annabela Suburú, Marcelo Abreu, Marion D’Ottone, Pablo Fernández, Jorge Díaz, Silvana Olivera Igarzábal, Guido Carignano, Gustavo Vainstein, Guillermo Scheck, Magdalena Scheck, Emilio Vidal Scheck, CND, José Luis Puig, Ángel Fachinetti, Alfredo Asti, Sergio Fernández, Beatriz Moratorio, Fundación Mario Benedetti, Hortensia Campanella, Diane Denoir, Andrés Olivetti, INAE, Luis Angelero, Alessandro Maredei, Fundación Prosodre, Sandra Mouliá, Raquel Minetti, Ministerio de Economía y Finanzas, Ministerio de Turismo, Ministerio del Interior, Ministerio de Defensa Nacional, Ministerio de Relaciones Exteriores, Uruguay XXI, Dirección Nacional de Aduanas, Dirección Nacional de Migración, Dirección General de Registro de Estado Civil, Dirección Nacional de Identificación Civil, Dirección Nacional de Cultura, Administración Nacional de Educación Pública, Dirección de Cultura de la Intendencia de Montevideo, Ciudadanía Cultural MEC, Embajada y Consulado de España en Uruguay, Esquinas de la Cultura, Municipio A, Comisión de vecinos de Rincón del Cerro, FIDAE, Centro Cultural de España, Hotel Radisson, Canal 10, Canal 12, TV Ciudad, TNU, VTV, Nuevo Siglo, TCC, Allegro HD, El Espectador, Azul Fm, Radio Carve, Radio Montecarlo, Radio Oriental, Radio Universal, Radio Sarandí, Radio Cero, Océano Fm, CORI, Radiodifusión Nacional Uruguay (Radio Uruguay, Emisora del Sur, Babel, Clásica), Metrópolis Fm, Radiomundo, La 30 Radio Nacional, El Observador, Life Cinemas, Revista Sinfónica, +BUS.

El BNS agradece especialmente a los integrantes del BNS Amigos, que con su apoyo y compromiso colaboran con el crecimiento de la compañía.

El BNS recibe diariamente El País, semanalmente Búsqueda/Galería y mensualmente Revista Sinfónica.

 

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